Prevención y Control de Enfermedades Infecciosas, Siglo XX y XXI

Ciencia, vectores y soberanía: el caso ecuatoriano frente a la peste

Por: Juan Carlos Aguas Ortiz, Ph. D.
(Ciencia, Historia y Sociedad)

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Introducción

La historia de la medicina en Ecuador ofrece una ventana crítica para examinar las relaciones entre ciencia, poder y salud pública. Durante la primera mitad del siglo XX, la aparición de brotes de peste bubónica puso a prueba las frágiles instituciones sanitarias del país, pero también generó condiciones para el surgimiento de una práctica científica local al servicio del bien común. Este episodio, sin embargo, contrasta con la situación contemporánea, en la que la investigación en salud pública ha sido progresivamente debilitada. El presente ensayo examina el caso histórico del control de la peste como punto de partida para reflexionar sobre el debilitamiento de la soberanía científica en tiempos de tecnocracia neoliberal. Se sostiene que la ciencia médica, lejos de ser una herramienta neutra, ha sido históricamente condicionada por intereses económicos y políticos, y que su rescate como bien público es clave para construir un sistema sanitario justo y sostenible.

La peste bubónica en Ecuador: una amenaza importada

La llegada de la peste bubónica a Ecuador en 1908, a través del puerto de Guayaquil, reveló tanto la vulnerabilidad del país ante enfermedades importadas como la necesidad de desarrollar respuestas locales fundadas en el conocimiento científico. La bacteria Yersinia pestis se diseminó rápidamente, causando más de 6.400 muertes a lo largo de las décadas. Aunque estudios recientes en paleogenética, como los de Hendrik Poinar (2006), han trazado la persistencia evolutiva de esta bacteria, lo notable en el caso ecuatoriano fue la capacidad de reacción científica que se gestó desde instituciones nacionales. El estudio de los vectores, en particular, permitió transformar un desafío epidemiológico en una oportunidad para el fortalecimiento institucional de la salud pública.

Investigación local y estrategias de control vectorial

En la década de 1940, bajo el liderazgo del Servicio Nacional Anti-Pestoso, los doctores Atilio Macchiavello Varas y Daniel Urigüen lograron identificar a la pulga Xenopsylla cheopis como el principal vector de la enfermedad en entornos portuarios. Este hallazgo impulsó campañas coordinadas de fumigación, control de roedores y educación comunitaria, ejecutadas desde el Instituto Nacional de Higiene y Medicina Tropical. La articulación entre ciencia, tecnología e intervención estatal demostró la posibilidad de consolidar una política sanitaria soberana, que respondía a necesidades nacionales más allá de lógicas mercantiles. Este modelo, aunque limitado por los recursos de la época, evidenció una relación virtuosa entre investigación aplicada y acción pública.

Retrocesos contemporáneos: tecnocracia y fragmentación

En el siglo XXI, sin embargo, este modelo ha sido erosionado. La disolución del Instituto Nacional de Higiene y su reemplazo por el INSPI no han garantizado continuidad institucional ni inversiones sostenidas en ciencia aplicada. La fragmentación del sistema de salud, junto con la priorización de criterios financieros sobre diagnósticos epidemiológicos, ha debilitado la capacidad del Estado para responder a amenazas sanitarias contemporáneas. Enfermedades como el dengue, el zika y el chikungunya han desbordado la respuesta pública, en parte por la resistencia de los vectores a métodos de control tradicionales, pero también por la falta de una política científica sólida, sostenida y libre de presiones tecnocráticas.

Conclusión

El caso de la peste bubónica en Ecuador demuestra que el conocimiento científico puede —y debe— orientar políticas sanitarias eficaces. Aunque el vector de la enfermedad ya había sido descubierto previamente en otras regiones, es relevante destacar que en la década de los cuarenta del siglo pasado Ecuador contaba no solo con científicos, sino también con laboratorios especializados que podrían haber gestionado de manera más efectiva la crisis sanitaria. Esta capacidad técnica y científica, sin embargo, no se tradujo plenamente en respuestas rápidas ni políticas sólidas, reflejando las limitaciones de un sistema dependiente de dinámicas externas.

La peste apareció en Guayaquil en 1908, pero no fue sino hasta la década de 1940 cuando, gracias a los avances en investigación local y la existencia de infraestructura científica, se pudo comprender y gestionar mejor el vector de la enfermedad. Esta temporalidad muestra que, aunque el conocimiento existe, su impacto real depende de estructuras nacionales fuertes que lo impulsen y lo traduzcan en políticas públicas efectivas. En el siglo XXI, frente a la pandemia del COVID-19, Ecuador vivió una situación similar: respuestas inmediatas pero marcadas por la dependencia tecnológica y científica del extranjero, lo que evidenció la falta de autonomía en salud pública.

Este ensayo se escribe en un momento en que el país atraviesa una crisis política profunda, marcada por la invocación de la “muerte cruzada” desde la Presidencia de la República. Aunque esta medida pretendía ofrecer una salida institucional al desgaste del mandato presidencial, terminó por agudizar la inestabilidad, dejando al país sumido en el abandono administrativo y en condiciones deplorables en materia de salud pública.

Si bien al inicio de su mandato el presidente impulsó con celeridad la campaña de vacunación contra la COVID-19, esta acción —más obligada por presiones internacionales que nacida de una estrategia estructural soberana— no puede considerarse un logro trascendental. La vacunación dependió completamente de insumos, tecnología y conocimiento extranjero, evidenciando la vulnerabilidad de un país sin autonomía científica ni industrial en el ámbito sanitario. En este sentido, resulta reprochable que un gobierno alineado con intereses financieros no haya promovido una agenda de fortalecimiento de la investigación nacional ni la producción propia de vacunas y medicamentos esenciales.

La comparación entre ambos momentos históricos revela una constante: la subordinación del conocimiento local a dinámicas exógenas. A pesar de los avances científicos globales, Ecuador sigue careciendo de una política robusta de investigación sanitaria. Reivindicar la ciencia como motor de transformación social no es una consigna nostálgica: es una urgencia estructural para romper el ciclo de pobreza, enfermedad y dependencia que hoy marca al Ecuador profundo. Apostar por una investigación soberana en salud pública, financiada y protegida desde el Estado, es clave para garantizar respuestas eficaces, sostenibles y equitativas ante futuras crisis. Solo entonces será posible construir una política sanitaria verdaderamente soberana, que no esté supeditada a intereses foráneos ni a lógicas de mercado, sino al bienestar común.

Bibliografía
Poinar, H. (2006). The molecular history of plague. Annual Review of Genetics, 40, 349–367.
Instituto Nacional de Higiene y Medicina Tropical "Leopoldo Izquieta Pérez". (1950). Informe Técnico sobre la Peste Bubónica en Ecuador.
Organización Panamericana de la Salud (OPS). (2020). Guía para la vigilancia y control de enfermedades transmitidas por vectores.
Ministerio de Salud Pública del Ecuador. (2021). Estrategias nacionales para el control de vectores.